
Hace unos días vino a la consulta una madre con su niño de 7 años, el pequeño es mi paciente desde que cumplió 2 años, la madre lo llevaba a sus controles periódicos anuales por lo que se mantenía en un perfecto estado de salud bucal. Para mi sorpresa, ese estado había cambiado radicalmente en su nueva cita, desde que dio inicio la Pandemia la madre dejo de lado los controles y no habían acudido a ningún tipo de servicios de salud por miedo al contagio.
Esta es una realidad que está golpeando los servicios de salud actualmente, una gran parte de la población pensó que el COVID representaba un mayor peligro de lo que podía representar cualquier otro padecimiento. Los controles quedaron de lado por elección o por la dificultad de las restricciones en algunas instalaciones de salud, pues había un riesgo mayor del que había que protegerse. Claro está, era un terreno desconocido, la incertidumbre imperaba y el temor nos invadió a todos, a quienes recibían atención y a quienes la ofrecíamos.
Enfermedades con diagnóstico tardío, abandono de tratamientos, resultado del despertar de la hibernación post-COVID.
Y así, las consecuencias en el estado de salud de gran parte de la población. Enfermedades como hipertensión, diabetes y cáncer con diagnóstico tardío. Abandono de los tratamientos en enfermedades ya diagnosticadas con las consecuentes complicaciones. Estas barreras en la atención también causaron estragos en la salud mental, incrementándose los casos de suicidio y el creciente diagnóstico de depresión. En odontología, pacientes sanos pasaron a presentar múltiples caries y enfermedad periodontal, niños perdiendo piezas dentales prematuramente, esto solo por mencionar algunas consecuencias.